Lámina Santa Josefina Bakhita

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Aunque su origen no es del todo certero, Josefina fue una religiosa de Sudán secuestrada por unos comerciantes de esclavos cuando solo era una niña y apodada de forma irónica “Bakhita”, que significa “afortunada”. Al igual que ella, su hermana también fue secuestrada y desarraigada de su familia. Tuvo que salir forzosamente de su tierra, perdió su nombre y fue sometida a esclavitud y tortura. Pese a perder todo y ser vendida a distintos amos que la maltrataron durante años, Bakhita conservó la inocencia y un corazón limpio. No permitió que el sufrimiento se adueñase de su existencia, lo transformó en esperanza y nunca dudó de la presencia de Dios, fe que la protegió de la tristeza y le dio ánimo para seguir adelante.
“Fui realmente afortunada, porque el nuevo patrón era un hombre bueno. No me maltrataba ni humillaba, algo que me parecía completamente irreal”, escribe Josefina en su diario con trece años, refiriéndose a la paz y tranquilidad que sintió por primera vez desde el comienzo de su pesadilla, al conocer a su quinto y último amo, el único que la trató bien. Bakhita viajó con él a Italia donde trabajó de niñera para después ingresar al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad, en Venecia. Allí supo que Dios le había dado fuerzas para poder soportar la esclavitud y fue bautizada como Josefina Margarita Afortunada.
Hoy conocemos su impactante vida gracias a las palabras que muestra el diario que escribió. Josefina es un ejemplo grandioso de mujer fuerte y frágil, delicada y sensible, firme y sentimental, con coraje y misericordiosa a partes iguales. Gracias al mensaje de reconciliación y misericordia que transmitió, Josefina Bakhita fue beatificada y nombrada “Hermana Universal” por Juan Pablo II en 1992, siendo imagen también a su vez, de la Jornada Mundial de Oración, Reflexión y Acción contra la Trata de Seres Humanos que se sigue celebrando para defender la vida y el ansia de libertad que toda víctima de trata merece.

Festividad: 8 de febrero