Lámina San Juan Diego

Juan Diego fue un indígena mexicano muy humilde y bueno, escogido por Dios, para recibir el mensaje de la Virgen María, quien quería dar a conocer el cristianismo a todos quienes vivían en ese lugar.

Este joven fue un aborigen azteca, alababa a muchos dioses y tenía una religión distinta a la Católica.  Pero un día, un buen Fraile que visitaba a su comunidad lo convenció de dejar de lado tantos dioses, y lo convenció de honrar al único Dios Padre, bautizándolo nuevo miembro de la Iglesia.  Su señora, Lucía, también recibió aquel sacramento.  Juntos asistían a clases con los frailes, que les enseñaban acerca de la religión y la fe católica.

Un día mientras caminaba solo a las clases por un largo sendero entre las montañas, vio algo que  lo hizo detenerse.  Era una preciosa mujer, parecida a las imágenes que los frailes le habían mostrado.  Ella, dulcemente le habló en su idioma nativo, diciéndole: “Juanito, el más pequeño de mis hijos, yo soy la Virgen María, y quiero que se me construya un templo aquí, para en él mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes”.  Juan Diego se frotaba los ojos para asegurarse que estaba viendo bien, la virgen seguía ahí, envuelta en una luz muy cálida y llena de rosas a sus pies.

Fue rápidamente al pueblo a hablar con Obispo para empezar a construir el templo que se le había pedido.  El Obispo un poco confundido, le pidió que le diera alguna señal, que comprobara que era real todo lo que decía.  Juan Diego sin pensarlo, volvió a hablar con la Virgen, ella le dijo que cortara unas rosas que misteriosamente acababan de florecer en lo alto, para que se las llevara al Obispo.  Cuando Juan Diego abrió su capa para mostrarle las frescas flores, apareció una colorida y brillante imagen de La Virgen impresa en la tela de su vestimenta.  Inmediatamente se empezó la construcción del templo, donde el Santo pasó el resto de sus días cuidando la prenda en la cual la santa imagen quedó grabada para siempre.

Festividad: 9 de Diciembre

Patrono de los Floristas